sábado, octubre 31, 2009

Una suave brisa mecía el barco con dulzura mientras el silencio nos envolvía en un paño húmedo y salado. El sol producía destellos en el oceáno, y acariciaba nuestros cuerpos mojados creando pequeños dibujos con las gotas de agua. Nubes blancas, algodonosas, perfectas, nos observaban desde un cielo azul cobalto, limpio, puro... En nuestra cara, una sonrisa. Una cría de cormorán curioseaba desde un peñasco cercano, como queriendo acercarse. De un lado, la inmensidad del océano se abría ante nosotros. Del otro, un acantilado de tonos parduzcos, con sus miles de años de formación a sus espaldas contemplándonos. Qué puedes sentir en momentos así.

Cómo encontrar las palabras que describan esa sensación. Escuchar sólo el oleaje, oler el mar, saborear el agua salada, sentir el tacto de los rayos del sol, ver el infinito y no sentir vértigo. Es imposible de explicar, imposible de reflejar con palabras una sensación así.
Sólo espero que al menos podais comprender de qué hablo.

domingo, octubre 11, 2009


Soñé que un pájaro rozaba la ventana y a su paso dejaba un juego de luces y sombras. El sonido del silencio repicaba en mi cabeza, y la habitación se encogía queriendo ahogarme. Saltaba por la ventana y echaba a correr, rozando con mis pies descalzos la hierba mojada. Atravesaba valles, colinas y bosques, mi vestido se enganchaba en las zarzas pero yo continuaba. Mi cuerpo se encogía lentamente, sintiendo el frío helador de la noche en cada poro de mi piel. Las estrellas se movían a mi paso, y en el horizonte los primeros rayos del sol dibujaban tonos sepias y rojos que acariciaban las copas de los árboles.

Tomé un camino serpenteante que, colina abajo, parecía perderse en la hojarasca. La colina se convirtió en acantilado, y el acantilado, en playa. La arena blanca resplandecía ya al sol de la mañana, y una ligera brisa mecía con suavidad el océano.

Silencio. Sólo interrumpido por el oleaje.

Me quité el vestido y dejé que los rayos atravesaran mi cuerpo desnudo. Sentía el roce de la arena, suave, cálida, que acariciaba mi alma.
Me sentía libre.


Nota: Tengo la costumbre de acompañar la escritura con una fotografía, pero esta vez prefiero que sea vuestra imaginación la que trabaje con sensaciones.

viernes, octubre 09, 2009



Y estalló en mil pedazos, como si una bala le hubiera atravesado el corazón...

miércoles, octubre 07, 2009


Una mesa con papeles, un ordenador encendido y un funcionario bostezando. Una clase llena de adolescentes, ninguno presta atención, una profesora tímida que se siente inferior. Una oficina, suena un teléfono, nadie lo coge, una secretaria mira abstraída por la ventana.

Una casa, una hipoteca, un coche con el que poder ir al trabajo para pagar la hipoteca, el coche y la ropa que lleva encima. Un absurdo, una sociedad que impone. Que redime a los que se salen de la línea.

Colegio, instituto, universidad... trabajo, jubilación... muerte.

Puedes escoger tu forma de vida. Puedes decidir qué hacer. Ser un miembro más del sistema, o salirte de él. 70, 80 años en los mejores casos. Sólo tú decides como emplearlos.

Una mujer, su pelo revolotea con el viento, pintura y un lienzo. En la playa, una tarde de invierno.

Un mercado, frutas, verduras, colores y sabores. Un hombre ríe mientras vende los productos de su huerta.


Un lago, los pies cuelgan del viejo embarcadero, rozando el agua. Sensación de libertad.


Tú decides.

sábado, octubre 03, 2009




Huele a otoño, a hojas secas y tardes cortas. A cambios de horarios, a nubes negras, a bufandas de rayas y a paraguas rotos. La luz se vuelve naranja, marrón y roja y a las playas naufragan los restos de un verano inolvidable. Ves tu reflejo en los charcos y te devuelven una sonrisa, una sonrisa de otoño. Prisas, atascos, colegios... y de pronto, calles vacías. Unos tacones que gritan ¡eco! en las alcantarillas mientras el cielo retumba.

Almohadas de sueños en los bosques deshojados.

Olor a castañas asadas, chimeneas que dibujan nubes y edificios grises. Café caliente y bizcocho mientras escuchas el repicar de una campana al otro lado del pueblo. Sensaciones que, olvidadas, empiezan a despertar de nuevo.