jueves, julio 30, 2009



Silencio. Soledad. Tristeza.

Casas deshabitadas.

Entrar en una es como parar el tiempo. Los relojes en la pared marcan horas imposibles, la madera del suelo cruje y los cristales de las ventanas están esparcidos en mil pedazos. Una vieja silla espera impaciente que alguien limpie su polvo. Sombras y claroscuros, luces que se filtran como rayos divinos entre las grietas del tejado. Casas que al ser abandonadas frenan sus vidas, haciendo que el visitante se sienta como un anciano ante su viejo baúl de recuerdos.

Por eso, porque no quiero que queden en el olvido, hago mi pequeña colección de fotografías. Al margen de las carreteras viejos caserones de piedra y madera abren sus puertas deseosas de que al menos alguien las recuerde, por eso no lo puedo evitar, y frenamos el coche. Cojo la cámara, abro la verja oxidada he inmortalizo...inmortalizo cada rincón perdido en el olvido.

1 comentarios:

Esther dijo...

Inmortaliza, pues es lo que todos deberíamos hacer, no dejar pasar las historia por delante de nuestros captarla y conocerla para no tropezar con los mismos errores, y realmente "avanzar".