lunes, diciembre 08, 2008



Esta es mi sonata preferida del grandioso Ludwig van Beethoven. Cuenta la leyenda que una fría noche de invierno caminaba el compositor por las calles de Bon con un amigo cuando un melodioso piano interrumpió su conversación. Beethoven siguió el sonido que las notas iban dejando en busca de aquel prodigio, hasta que dio con una pequeña y humilde casa. Irrumpió en ella y lo que observó era digno de un cuadro de claroscuros. Un hombre trabajaba en una esquina arreglando unos zapatos, y en un rincón, una muchacha ciega tocaba un viejo piano. La escena estaba iluminada por una vela que danzaba al son de los acordes.

La muchacha explicó que había aprendido aquellas sonatas al escuchar a su vecina tocar el piano, y al saber que era el mismísimo Beethoven el que había entrado en su casa se echó a llorar. El compositor abrió la ventana para iluminar la estancia con la luz de la luna llena, y decidió tocar para la niña. De sus manos salieron improvisadas las que serían las primeras notas de este Claro de Luna lleno de tristeza y soledad.

Esta historia me la contaron cuando era pequeña, quizás mi imaginación o los años hayan podido modificarla, pero la melodía permanece intacta.

Que la disfruten señores.

3 comentarios:

oskuridad dijo...

Es lo bueno de la musica. que siempre perdura :)

Anónimo dijo...

Esta es una obra titánica, como su compositor.

TheWriter dijo...

Esta sonata es acojonantemente enorme y tremenda. Probablemente es mi obra romántica musical favorita.